Ha llegado el momento de incorporar una cuarta dimensión (la salud espiritual) al modelo tridimensional de salud integral que, desde el siglo pasado, hemos venido llamando bio-psico-social y que definíamos operativamente así:
“La salud es un estado placentero de la persona en lo físico (“me encuentro físicamente bien”), en lo psico-emocional (“me siento bien conmigo”) y en lo social (“me relaciono bien con los demás”)”.
Añadamos pues ahora, ya en la segunda década del siglo XXI, una cuarta dimensión: “y en lo espiritual (“he hallado un sentido a mi vida”)”. Y hagamos que esta incorporación sea cierta tanto en los pensamientos (diálogo interno), como en las palabras (diálogo externo) y en las obras (hechos).